Prólogo de Rosa Regás del libro "Malentendido en Moscú" de Simone de Beauvoir.
Todo está en el interior de nosotros mismos, y de una manera más clara y evidente aún, los mundos de ficción que creamos, la literatura. Es de nuestra memoria y de nuestra experiencia de donde nutre la historia que vamos a contar y a partir de ellas, sólo a partir de ellas, entra en acción la imaginación y la fantasía que nos permiten manipularlas hasta tal extremo que la historia acaba adquiriendo autonomía o, por decirlo así, nace y comienza a vivir y crecer con una realidad propia, una realidad al margen de la realidad de la que procede. Es la realidad literaria.
Hay autores, sin embargo, que viven convencidos de que su capacidad de invención la que está en la base de su obra, que ellos vinculan a su propia capacidad creadora, tergiversando así el concepto de creación-transformación que observamos en la naturaleza, nuestro único modelo, y apuntándose al concepto de creación que dicta la voluntad de trascendencia que tan poco tiene que ver con lo real al atribuirla a un potencial ser superior con facultades mágicas. La creación real no surge de personas ni de sus poderes, sino de contenidos siempre en ebullición, y, en el caso de la creación literaria, de los contenidos atesorados en la mente en forma de recuerdos o de conocimientos, incluso de meros pensamientos y reflexiones que a partir del constante movimiento a que los somete el intelecto se convierten en conclusiones, extrapolaciones, leyes generales, etc.
De ahí que si profundizamos en la obra de un autor y vamos un poco más allá de lo anecdótico, no nos llega sólo la historia que nos está contando, sino que a veces se nos desvelan sus reflexiones, completamente desnudas y teóricas, sobre un tema o unos temas determinados que son los que de hecho hacen mover a los personajes, los enfrentan o los acercan y crean conflictos o finales felices. Pero hay otras veces en las que por encima de este conglomerado de ideas prevalece la experiencia del autor, su propia historia, dejando al descubierto su personalidad, y sus reacciones en asuntos que en el libro se atribuyen a los protagonistas de la historia. Como si la novela hubiera ocultado la verdadera esencia del pensamiento del autor o de la autora, que ahora se nos manifiesta.
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